jueves, 9 de enero de 2014

Una lucesita salta

Ahora escribo, porque me llamó eso que a uno lo levanta. Te llama y no podes engancharle, tenes que trabar. Y por eso escribo, buscando esa palabra de luz, esa sonrisa desahogadora, esa que te dice la clave. Y es ahi cuando me sostengo de una palabra. Me levanto, y esa palabra ya no causa tal estigma, me divorcio y parece que esa luz desaparece, porque no era el tronco de esos que duran en quemar, era solo un poco de ramitas que hicieron estruendo en un momento. Ahora busco, y busco, encuentro de a momentos otras palabras pero siempre es lo mismo, siempre es el ciclo mismo. La vida pierde sentido de a momentos, y quizas será porque la vida no tiene luz por el brillo de un unico santiamén de inspiración. No debo aferrarme a una palabra, a una rama, debo encontrar ese calido momento de satisfacción que se propaga por el cuerpo y lo enternece.
No hay llamas que duren para siempre, no hay fuegos eternos, solo hay algo que no deja de existir, es la luz, en cada instante, en cada momento, en cada caricia, esa es la luz que reclama mi ser, que pide a gritos ser tomada por mis yemas de los dedos, que pide ser recogida del aire, que esta sentada para que la note. Ella es celeste, verde, naranja, es blanca, es transparente, es imparable, te amortigua los sentidos con sus extremidades infinitas, con su lecho infinito, con su punto ciego al fondo, tiene ojos, siente, pestañea y todo un cosmo titila, da punzadas infimas para que no lo retengas, solo para que te despiertes, para que profundices en tu interior y lo hagas vivir, de la forma que sea, con un grito, con un llanto, con un nudo en la garganta que tiene que explotar y yacer al fin. Por eso al oler un jazmín se te dibuja la lomita de la cara. En ese instante se dibuja, pero luego debes dibujarlo de otra forma, el jazmín esta, pero la lomita ya se cansa al ser de jazmín y pide que le den un beso.

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