domingo, 19 de enero de 2014

Lo húmedo de las maderas

Que ingenuo soy, pretender que un vaso de agua me de las purezas que despido y rechazo de mi cuerpo con cada cigarrillo es como pensar que un corto de luz en la ciudad va a durar para siempre y la luz tenue de las velas que le agregan romanticismo en la madrugada van a ser eternas. Hoy pude encontrar una melodía a los pasos sobre el piso de maderas, al abrir y cerrar la puerta del baño, al teclear en la computadora, a el fluir del agua del lavatorio, que inspiración la mía. Era solo cuestión de escuchar con atención, son bellos los ruidos cotidianos, si uno logra darle valor a cada movimiento. Puede ser música sin ritmo, sin grandes destellos, pero lo pude percibir tal cual se oyen. Como también pude encontrar en mi barba dejada estar un ocio frenético incansable e inexplicable.
Deje las cajitas de remedios caer, deje contar los pliegues de mi frente, deje ver los detalles inhospitos de un espejo que miente. Y aún así no se la razón por la cual sigo esperando.
Dejé pasar tiempo, renuncié a victorias pequeñas pero bien atribuidas a mi voluntad, dejé de pensar en los cactus plantados en mi jardín que alguna tarde recogí de la calle lastimando las yemas de mis dedos. Y aún así sigo dejando tantas cosas.
Después repunto mi capacidad, se que va llegar, confío en mi ser futuro, a veces mas que mi ser presente, lo que puede llegar a hacerme concluir que mi ser futuro es más fuerte, pero oye, no existe aquí.
Intento encontrar en el perro, un abrazo apacible, un cariño encontrado y escondido de la magia en que creí siempre, lo encuentro, pero no me lo dice el animal. No me convenzo.
Y cierro los ojos, canto a mil brisas, cuento puntos blancos, y le dan forma en mis neuronas. Toca con mi lengua la nariz y descubro la materia oscura, veo en los pastos verdes pastos verdes, veo en el cielo cielo, veo en las nubes nubes, veo en la luna que parecía apoyarse en el horizonte de la ruta, y que luego parece haber crecido y madurado para achicarse y hacerse aún mas simple. Corro por mis venas, callo mis deseos, cierro las piernas y veo.
El agua de microondas distinta al agua de hornalla, como una frazada en invierno, que en verano se pierde en el placard. Coso mis párpados con piel, cierro mi boca y me tiro a dormir.
Despierto y comienzo a vivir, otra vez.

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