lunes, 14 de abril de 2014

Fuego

Uno se queda tiezo,
fugandose del entonces pensamiento
que apelmaza la sien.
Uno mira el naranja desde adentro,
y sus sienes comienzan a vibrar poco a poco,
abre y escabuye,
alargando las palabras estancadas.
Uno allí, con ese fuego legendario,
que no habla pero si entromete,
uno allí es pleno, 
uno, las piedras, uno, la tierra
uno, las cenizas, el uno es feliz.
Hay resoplidos, que son caricias
que uno sabe comprender.
A cada segundo junto al fuego,
la vida es total.
No se puede hacer 
punta ancha a su calor,
es un regalo humilde.
Inmensa debe ser mi boca
para expandirse con su llama,
con su perfecta caricia
que nunca hiere, pero si marca.
Es certero y no miente,
siempre es igual con puntas al cielo,
blanco en su centro 
para enrojecerse en los bordes,
cálido por la eternidad.

Me escupe su cara,
y soy por segundos su reflejo,
segundos que quedan procesados.
Amo quemarlo todo, amo el fuego y su mar ciego.

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